domingo, 10 de julio de 2011

Jim Morrison

Te quiero, aunque no sé dónde olvidé los pájaros de verano que abandonaron nuestros cuerpos. Te quiero, sin perder el rigor de mis locuras intrascendentes. Ahora veo al águila de plumas de hierva y pico salvaje. Luz sagrada que todo lo salpicó. Sinecuras de cachorros musicales, infancia en tierras calientes, pianos necios colgados de las chimeneas nacientes de nuestras pupilas adolescentes. Algo me dice que desaprenda lo aprendido y que renueve las raíces de mis sueños fluviales. Siento los nudos en el aire. Me hacen nacer de nuevo, como barros recién ordeñados. Templos de abecedarios, billetes manchados de nueva sangre. Necesito la certidumbre del cóndor y su vuelo fraternal. Te quiero como cuando derramaba las promesas sobre los rizos de Jim Morrison. Te quiero, aunque a veces me tropiece con la patria de mis anhelos descoyuntados.


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