domingo, 28 de agosto de 2011

Ceremonias en la noche
















La chica derramaba su periodo sobre astros y cornucopias. Los sueños eran constelaciones que se derretían en la realidad. Nadie quería encontrar el camino, nadie sabía hacia dónde volaba la noche.
Era como una tormenta de verano que entraba y salía dentro de cada uno. Los quejidos anunciaban radas a la orilla de la madrugada y un calor infernal subía con la ligereza de un ascensor en rascacielos.
La ceremonia era un ramillete de egoísmos acumulados, de armonías desnudas en vaivén, colonias de viento, racimos de lujuria insomne levantando las copas de la lujuria. Y la música, como una telilla de crucifixiones, hacía de colchón de hierbas entre aquellos corazones desesperados y el amanecer.

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