viernes, 2 de enero de 2009

Cuentos de Buda y Pest (II) 2ªparte


Su risa, de nuevo, se come las avenidas, y entra y sale de la calle Fortuna como un cohete o un sable cruzado, levantando las faldas y desboquillando las dentaduras.
El Restaurante Micretre está lejos, no tan lejos o quizá cerca. El mapa nos guía; nos engaña; nos  entretiene, pero al final, nos lleva por esta Hungría de calles empinadas y cielo glaseado de cenizas vintage y menús agotados.
Después de comer las piernas se aflojan. Su sonrisa se ha escondido, y el camarero, de aspecto polaco o eslovaco, acaricia el billete de doscientos forint, que hemos dejado de propina, con su mano de salsa tártara.
Es un avance, una tecnología, tener una mano tártara y un dedo de mostaza; ahorras tiempo. Todo eso me dices cuando salimos. Y tu sonrisa vuelve, ligera y alegre, salpicada quizás por un grumo de salsa.
Discusión, alboroto y abrazo. Un frío esperado quiere anular la sonrisa; pero no puede o no quiere.
Más cuestas, más trazos de urbanistas muertos que recorremos. Los pies enredados en un cansancio inusitado de ciclista inexperto, pero no importa, la sonrisa ayuda y el frío también.
Las vistas se pegan en la mirada: llevo el Río Danubio, una estatua y el Parlamento. También, una foto de Sándor Márai en el bolsillo cosido de mis andresa. 
La vuelta es peligrosa. Una manada de ciclistas, un poco suicidas, se abalanzan. Esquivamos, con nuestras cinturas españolas y una media verónica, la embestida ciclista, que es una estampida acojonante de radio y manillar. De nuevo, siento como el león y la lengua de agua conversan en otro idioma, mientras nosotros, saciados de toreo y salsa tártara, disimulamos como turistas reecontrados en el puente que nos lleva de nuevo a Pest.
Souvenirs y nalgas de matrioskas, antigüedades y dolores de espalda. Rezamos y echamos una cabezada -como consecuencia del rezo monocorde y aburrido-  en la Basílica de San Esteban. Pasamos por la Ópera, elegante y rigurosa en su horario, y, poco a poco, vamos llegando. Tomamos té con menta y nos tumbamos agotados. Me duermo y tengo un sueño surrealista.

1 comentario:

  1. Qué bonito escribes David, felicidades por tu blog! Es como si os hubiese acompañado en vuestros paseos, lo relatas tan bien... un beso!
    Paloma

    ResponderEliminar