viernes, 9 de enero de 2009

La Nieve


El cielo es un armario lleno de sorpresas, un viejo artefacto sabio y descreido; quizá sea Dios, ese que a tantos nos inculcaron en las catequesis con calzador y vicks vaporús; pero eso no importa ahora, me refiero a si es Dios o un elemento de distracción veraniega. Lo que me interesa  hoy es lo que cae del cielo: esos pedazos de nubes que no encuentran la sujeción en tan altos vuelos; esa concreción, esa materia perecedera fuente de fantasías para pequeños y grandes; ese pedazo de ala quebrada de algún ángel -otra vez volviendo a Dios-; esa mentira blanca que desgarra la vida rutinaria, grisácea, imperfecta, de los hombres con sus minúsculas previsiones y carreteras.
Los medios nos atosigarán con la gran noticia. Horas y horas de grabaciones insulsas para el televidente; mientras, la blancura, la pureza, se irá desdibujando conforme pasa el día, mancillada por las pisadas y los ajetreos diarios, por los humos ruidosos de la posmodernidad, como una mujer que pierde con ansia el brillo terroso de la virginidad. 
Dios no es tan malo, al menos, antes de irse, nos ha dejado la nieve.

No hay comentarios:

Publicar un comentario