martes, 28 de septiembre de 2010

Algeciras city

Me pierdo en la noche del pueblo en el que crecí sentimentalmente. Algeciras city, basurero canalla, arte a trompicones, promesas desbaratadas por el levante. Me tropiezo con legajos de poniente, con deseos de estirpe inmoral. Vierto sobre mis hombros los venenos que un día bebí. Algeciras, cuánta contradicción, cuánta sencillez poética cabalgando en el salitre de sus rotondas, cuánto paro embrutecido.
Algeciras city, no la toques, querrán matarte por ello. En una mano la cerveza, en la otra la pistola.
Intento impermeabilizar mi corazón con limones ahogados en gin-tonics y me dejo arrastrar al fin del mundo, al fin de Europa, más abajo África, para muchos la edad media. Algeciras city, me dice un camarero, "es el último bastión". Pero su mandíbula y entrecejo lo delatan, es más moro que el moro de la morería, y me pregunto si él lo sabe.


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