lunes, 20 de diciembre de 2010

Melodías de cualquier mañana

Siete de la mañana, suena una melodía maquinera en el móvil, sustituto hipermoderno del despertador. En otra planta, en otro edificio o en otra ciudad el spotify escupe música clásica mientras alguien se sacude los sueños bajo la ducha. Es la invasión de la tecnología entrometiéndose entre los jadeos nacientes de la mañana, buscando nuevas fórmulas, abriendo negocios, nuevos mercados, nuevas maneras de ser un apéndice "insustituible" en nuestras vidas.
En el teléfono de la joven que camina hacia la universidad aflora un ritmo de música electrónica como la que suena justo arriba, si es que has pulsado play. Una mamá llega al andén con el estrés subiéndole por las sienes y con el móvil pegado a la oreja dando las instrucciones a la nany de cómo tiene que preparar la papilla a su hija de dos años. A varios metros de distancia, sentados en un siento, un adolescente de aspecto latino tiene música reguetón a todo trapo en su celular sin inmutarse de la cara de desprecio que tiene la señora que está a su lado. Ésta sostiene en su mano izquierda un libro electrónico como si fuera un abanico extraño del siglo XXI y con su mano derecha escribe un SMS con minuciosidad de peletera
Más allá, una legión desordenada de ciudadanos sube y baja escaleras mecánicas con los auriculares taladrándoles los oídos. Las melodías les envuelven en una atmósfera de video clip, y una sensación de falsa felicidad, como si formaran parte del mundo idílico de Arcade Fire o Leidi Gagá, les atrapa. Ah , sí, debajo del cartel que anuncia Movistar, un ejecutivo desenfunda su IPhone 4 con más rapidez que un vaquero en duelo.
Más abajo, entre la línea dos y siete, un padre con restos de espuma de afeitar en el cuello tiene en una mano la Blackberry a mil revoluciones por minutos y en la otra su hijo de edad imprecisa absorbiendo la publicidad venenosa de una pantalla colgada en la pared.
El día acaba de empezar. Ahí fuera los árboles se encogen ante las embestidas del invierno y el sol comienza a acariciar el cuerpo atolondrado de los mendigos. Un sin fin de tonos comienzan a hacerse dueños de la ciudad. Es la neorevolución de las máquinas, es la conquista de la telefonía.

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