miércoles, 23 de marzo de 2011

Cielo













En las montañas del cielo
donde el ruido es un tic-tac de nube
donde el abismo baila con su útero vacío
junto a ángeles de risa de acero
y el polvo de sus alas es el anticipo de quién sabe qué,
un carril oscuro se dirige
hacia el abismo secreto del alma
En ese camino de spleen y miseria,
la bandada de trompetas impulsa las viejas
tuercas atascadas en la aorta
con soplo de risa y muerte
y la sangre desvaría sobre las teselas
como el agua en las piscinas del último verano

Nudillos de estrella, arterias de mariposa
leña sagrada en la bóveda
Arden las coronas en busca de verdad
Aquí dicen que "el cometa que viaja por el iris es el espejo del alma"

En este cielo de cirros encabritados, un millón de voces temblorosas como finas espadas de silencio que no callan, buscan, reclutan, entre espermas y pájaros perdidos, un lugar en el que volcar misterios. De este cielo que escupe estrellas y piedras, también nacen melodías. Zumban como culos de mosca armonías de la ribera inversa. Aquí las piedras tienen alma, se deslizan y se besan y se funden y vuelven preñadas, como inocentes criaturas, con los ojos vueltos de placer. Las estrellas miran con envidia la pureza del amor de las piedras y las emulan con disfraces y bigotes de mentira. Intentan cópulas de dureza extrema, que no consiguen porque las estrellitas tienen risa de junco y flexibilidad de agua.
En este cielo de serrallos continuos los olores cuelgan de las ramas de luz, se pueden tocar, casi comer, como el día en que llegó el óvalo y de tanta felicidad y ganas de vivir se atragantó de tanto puro cielo. De sus orificios surgieron millones de narcisos que ahora adornan los retozos de las estrellas que consiguen emular, ahora sí, los coitos de las piedras.

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