jueves, 28 de abril de 2011

Trenecito de mezcal













Ahí vas,
en tu trenecito de mezcal
apretando los dientes
Como una sábana
abrazada al viento
expandes miedos
y besuqueas fulgores y tempestades
La infancia fue azul,
dentelladas de risotadas
trepando por la cara
Un frutero desconchado
y un yogurt
Campos de amapolas
junto a una risa hermana
Un latir de perro
alegrándote las piernas
y el verde y los mil colores
inyectándote la sabia de la vida
Luego un beso destructor
arrasó con el tintineo
y ahuyentó la ingenuidad ...
Disparos de vida a quemarropa
butrones en las paredes del pecho
Voces extrañas
en los bolsillos, en los zapatos
en las carreteras comunicantes
perdidas entre diástoles y sístoles
Más tarde, coches vivos
como sangres eternas de caballo
y la soledad creciente
como un desierto
sin descansos, sin agua,
sin un cartel que ponga Fin
Mírate, no hace tanto,
con aquella chiquilla:
sus pechos, su nácar, su nieve negra
alargándose en tu alma
y la lengua eterna del mundo
acariciando
las especias sagradas
de vuestros cuerpos
No fue sueño, ni cortina de mercurios
Fue el estampido del retozo,
de bestias lentas,
relajadas de ira
y vestidas de fulgor,
besos de seis velocidades
descendiendo las ciudades
por las remotas cavernas
que en vuestros cuerpos incrustásteis
Aquella madrugada no debió de amanecer
Después nuevos cuerpos,
bares, nuevas soledades,
mil ventanas a las que asomarse,
rutinas, maletines,
miserias a las que mecer
y el desierto cada vez más frio,
y más inabarcable
Mírate ahora, tan lejos del latir del pájaro,
del beso obtuso del abuelo
que se abrazó a los minerales,
de los pasteles
de los sábados por la tarde
y las canciones de vibrante antojo
Mírate ahora, aqui,
en medio de este desierto creciente
en tu trenecito de mezcal

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