miércoles, 19 de diciembre de 2012

La lluvia

Es la lluvia la que me despierta, con su ruido de harina y la humedad de la calle, tras la ventana. Esa niebla blanquecina, tierna como un armiño blanco, donde la inocencia y la muerte todavía son posibles, es la que me conmueve con su silencio de felino acuoso. Pero digo que es la lluvia la que me despierta con su alegría inerte y su amanecer hembra, arrojándose al planeta, sobre su costillar de raíces y guerras desenterradas. Y digo planeta, cuando sólo veo como esa lluvia de ráfagas secretas humedece la calle en la que vivo. Una calle larga y estrecha como las canillas de Nick Cave. Mi calle es el mundo, el mundo al que asomo cada mañana, ese mundo que renace con sol o con llorera de aguas o con rabia, pero siempre en esa calle estrecha y larga como las canillas de Nick Cave, aunque eso ya lo he dicho. La lluvia es lo que quería contar. La lluvia azul y blanca, fina de caderas, de lengua transparente. La lluvia como un lenguaje incompresible que se extiende por esta calle que representa al mundo, mi mundo de descalabradas pobrezas. La lluvia bajando al planeta con su baile de arritmias enfermas.  Esa lluvia que desabrocha las carnes del planeta y se las folla, en una violación consentida por la naturaleza. La lluvia es la que manda esta mañana. Y por ello, la que me despierta. 

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