Con una copa de vino en la cama, cuando la soledad es un perro que lanza ladridos cansados. En lugar de conversaciones, besos como disparos que de camino a la boca se quedaron sin dueño. Los abrazos son grilletes; los arrumacos, un combate de susurros en el ring de las olas. Qué lento y amable fue siempre tu desnudo delgado. Te sueño con tus informes bajo el brazo y tu pelo hambriento. Un día escribí que nos rodeaban los besos a la intemperie.
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