viernes, 19 de abril de 2013

El amor es la medida del hombre


En la noche hay un sueño de tripas y colores al que todos quieren conocer. Mientras buscan su nombre, yo descubro los colores de la mentira, el amarillo y negro, como los que visten a la avispa ortodoxa. Así es que ésta, la mentira, nace en el alma y se desliza desde la lengua hasta envenenar los corazones.
La mentira es macho aunque su baile sea un enredo femenino de torpezas. Ahora y aquí, en mi habitación, es el emblema que abriga las paredes.
Cuando no estás todo es mentira, chapuzón sin retorno, océano ciego, zancadilla en carne viva. El amor es la medida del hombre.
Sustituimos el amor que sentimos por los hombres por el de los hombres de las pantallas. Por eso cada vez son menos los que caminan por la vida enamorados como viejos delincuentes. El amor es la delincuencia del alma.
Es este deseo enfermizo por su textura líquida y su falsedad eterna, lo que me hace pensar que el amor está perdiendo su capacidad de delinquir.
Hay una chica que no hace más que besar, que retorcer el cuello, y que fornicar, sobre la felicidad perfecta de las pantallas. A cientos, como un coro de ángeles envenenados, vienen veloces todas esas imágenes. ¿No sientes el mordisco del vacío? Para luchar contra la barbarie coloreé mis primera pinturas rupestres con tus jugos vaginales.
Creo que hay pocas soluciones, sólo tu voz y tu carne, mi amor, que me viene, como una Pj Harvey santificada con su armonía de verdades.

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