miércoles, 10 de abril de 2013


Bostezos de vino en los cielos del sueño, cuando el corazón de los besos se ha vuelto pájaro. Pájaros que nacieron en mi sangre y me volaron por dentro, como un llanto vivo e inerte, de luz y rabia, ovoidal, como tus manos de lejanas cenefas o como la libertad que se busca en los viajes que guardan las canciones.
Dime dónde estoy, en qué punto se concentran mis realidades, ahora que la piedra vive en mis lágrimas, y la noche es una manta que me destapa las tristezas.
El hombre es un animal de costumbres que adora el agridulce de la luz de los cajeros automáticos, por eso yo tengo el miedo en el alma, y, una vocecita tejida de miel como la única esperanza que planea en el viento.
Soy fugacidad y sueño. Manos desgastadas. Añicos. Acero en ceniza. Ahínco, sinceridad, mentira, anarquía y libertinaje. Cazador perdido con su maraña de estrellas. Pupila hirviente. Masturbador de paisajes. El hilo conductor de los viejos perfumes dormidos en un bodegón de cuchillos.
Hay días en los que me miro en los espejos y no me reconozco, porque el tiempo ha incrustado en mí su materia. Como las mensualidades del banco.
Noto cómo los pájaros me vuelan por dentro. Por eso hay cierta esperanza, porque vivir con pájaros es lo único que alimenta al alma.

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