miércoles, 9 de octubre de 2013




















Tus ojos son dorados, azules, pardos, ignífugos, ajados de miel y pureza. Me arrebatas la sangre. Tu mirada es como una hoz. Mírame, mujer, estoy ahí sentado, descosido por dentro, recibiendo las asestadas de tu filosa mirada. Soy hierba, amor. Hierba que llora sobre el verde dolor y es arrancada y soltada al antojo del aire como un beso rizado. No dejes raíz, amor, que no quiero volver. Pon tu mano sobre mi sombra, y antes de invitarme al placer de tus ovarios, que tu mirada me abra a la infancia, río temprano donde se hunde la hierba.

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