En la nana de adioses
que acelera mi sangre:
viajes a la oscuridad,
a la necedad de la espera.
Barbarella juega en la
dimensión de su pelo.
El drama de la boca, la risa
de los secretos bien guardados.
Ausente su baile ahí arriba,
con sus dos cestos repletos.
Un látigo de luceros
cose la noche rajada
No hay almacenes ni cantos
donde cobijar el silencio
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