miércoles, 5 de marzo de 2014


Ese ruido seco, quiero decir, ese ruido seco, terco y tenaz que me acompaña en este viaje de metro. El ruido como un malabar incómodo o un gemido de la noche. Chirriar de vías y crujidos. Ahí vamos,  montados en el ruido del vagón en este viaje a ninguna parte, que son todas las partes y todos los destinos secretos del mundo. Mira a ese señor mayor con el novelón entre las manos. O ese bosque de niños, todos inmigrantes y felices con su pobreza moderna de magnolios, libres de las enfermedades del tiempo. Suena una guitarra y una voz luchando por hacerse oir entre los mecánicos ruidos. Es el hombre pobre que no deja de soñar.  

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