miércoles, 13 de agosto de 2014

Nieve de agosto

Así es como pasamos los días, junto al rumor de los periódicos y la cerveza. Es falso que el verano sea más alegre con sus zumos y sus olas manchando de espuma las tardes descalzas. No hace falta ser mayor de edad para saber que el invierno esconde incuestionables certezas. 
Ahora que el sol cae a plomo y la joven americana lleva casi al aire las tetas, siento nostalgia del cielo encapotado y la fina lluvia. Hay días sobre los que he echado un centenar de candados e inflado a su alrededor murallas salvajes de oscuridad. Una oscuridad a donde no llega la memoria. 
No sé si son las 4, las 12 o las 7 y 30. Es la hora del salitre, la hora de los besos arrumbados, la hora que el estío dedica a recorrer la aventura inerte de los cuerpos descubiertos. 
Escucho subir por la calle una voz que tintinea oros, desde la habitación del hotel fantaseo con la nieve de agosto.

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