Tan agrio ladra el perro
en el corazón
que todo hiede a bilis.
Llevo las manos sajadas.
Los libros son flores o cuchillos.
Ya no leo poemas,
sólo meridianos de sangre,
pestañas a punto de ser libres.
El valor del hombre acaba
envuelto en sábanas
igual que Tequila de Fuego,
el poeta favorito de toda una generación,
el cual escribió que hacerse mayor
era ir pisando jarcias hasta hacerlas ceniza.
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