lunes, 4 de mayo de 2009

La Dama

La Dama de Hierro parece haber sido - y es?- uno de los más manoseados recursos onanistas por parte del elitismo conservador inglés. Declara el alcalde londinense, Boris Johnson, que a él nunca le visitó en sueños esa bruja de peinado inquebrantable y mirada de Big Ben, pero que a más de un colega, la Dama  le ponía a cien en las noches tormentosas de calentón e internado.

La nebulosa del poder desorientaba a los chicos de cole caro y zapatitos Lotus, y se imaginaban montándoselo con la Thatcher con cortesía y pastas de te, con frenesí de púber y precoces orgasmos. Una salida, igual que otra, a la necesidad de deshacer frustraciones  e ir hilando, ya en la juventud, esos lazos tan necesarios para estar en el organigrama político del futuro.

Siempre vi en nuestra Populísima Esperanza Aguirre algo de La Dama, algo que sobrepasa la ideología y el ninguneo a las instituciones vulnerables. A veces, al igual que los tories calenturientos, en las noches más oscuras y solitarias, se me aparece, no sé si como mujer o como ente,  con su sonrisa falsa, perversa, algo cicatera, una Jocker con los mandos del poder entre sus manos. Pero puedo asegurar que no es la erótica del poder lo que siento, sino miedo.

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