jueves, 30 de julio de 2009

La tragedia de Lily y el amor ciego



Lily sostenía su conciencia frente al periódico de la mesa y fumaba un cigarrillo tras otro sin poder creerlo. La botella de coñac barato la había ayudado a mantenerse despierta durante toda la noche junto a unos tres o cuatro cafés, no sabía muy bien cuántos, quizá fueran más, ya que la noticia  inesperada sobre Dic la había sumido en un  nerviosismo y malestar insoportable. 
Lily y Dic habían mantenido una relación pasional y tormentosa, de esas que hacen temblar las paredes cavernosas de todo hombre/mujer. Se habían conocido en un festival de música en Hamburgo, las pastillas y la farlopa los había puesto en  la órbita efímera de lo carnal, gracias a las sustancias ingeridas y a una personalidad abierta y experimental, nada de otro mundo: besos lentos con tendencia a huracanados, lametazos de lujuria, tocamientos herbáceos y penetraciones múltiples con sus orgasmos correspondientes, en fin, toda una  serie de ejercicios sexuales bajo  los efectos  psicotrópicos.
Dic y Lyli se habían prometido amor eterno en la primera mirada y se habían envenenado el corazón con hermosas promesas. Llevaban ya más de seis meses de relación y, a pesar de los altibajos, Lily pensaba que se seguían queriendo como el primer día -aunque el primer día nadie se quiere mucho, pero  es un tópico comprensible. 
Ahora, tras ese batiburrillo de nicotina, cafeína y coñac que la fatigaba, Lily recordaba aquellos días pasados, mientras, el periódico sobre la mesa noticiaba la muerte del joven en la carretera. No podía parar de rememorar aquella escena de meses atrás:
-  Dic, te prometo que solo tendré ojos para ti.
- ¿Qué harás, vendártelos ?-respondió el joven con  priapismo y solemnidad.
- Sin ti, my love -Lily usa anglicismos fruto de una educación bilingüe- no los necesitaría,   ¿para qué?
 
La venda de Lily chorreaba tragedia y lágrimas, y por qué no,  amor ciego.

Fotografía cortesía de Milos Gazdic

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