martes, 15 de septiembre de 2009

Dragó

Siempre me gustó. Recuerdo las noches grises y provincianas de domingo con el mando a distancia sujeto por unas pegatinas para que las pilas no cayesen, y toda  mi atención, delgadita e inocente, posándose sobre ese señor de  sonrisa solípeda y  verborrea impertinente.  Negro sobre blanco se llamaba aquel programa al que me encaramé como un marinero sediento de nuevos mundos y literatura. 
Estas cosas las vive uno  en soledad. Sólo un colega compartía la afición: el Comba; los demás no llegaban a pillar el rollo, "qué coño le verás al pedante ese?", se decían, mientras aporreábamos guitarras y melancolías, mientras delineábamos con brocha gorda nuestro espíritu alternativo y filosofía melómana.

Alguien dejó dicho para los anales -imagínense miles de anos unidos con un fin común- que no recordaba aquello que había leído y comido, pero  sabía que le había servido para alimentarse. Algo así me ocurrió con aquel programa. Se me vienen a la memoria algunos autores: Susan Sontag, Saramago, Panero, Gustavo Bueno, José Antonio Marina, Revertes y demás especímenes maravillosos que iban encendiendo con la chispa revolucionaria de la palabra mi breve conciencia de mecha adormilada. Pero son muchos más los perdidos en la memoria, aquellos que quedaron en puro alimento, en combustión nocturna, concisa, olvidadiza y necesaria.

Pasaron los años, los programas. Mis intereses crecieron y menguaron, se solaparon y me violaron. Recuerdo un día en la calle Pez, acabé en la casa de un vecino de Dragó, el cual le robaba muchos de los libros que las editoriales le dejaban en su buzón. Me prestó uno de ellos: Madrid, Tribu Urbana. Las circunstancias no me permitieron devolvérselo, el timador timado, pensé; aunque lo mismo da, me digo ahora cada vez que lo veo en mi biblioteca, este Pacoumbral está mejor aprovechado en estas estanterías de lata.

Todo esto venía porque ayer estuve en la grabación de su nuevo programa, Dragolandia, más que un programa de Literatura es de Entretenimiento -sí, con mayúscula. Parece que el guerrero de Gargoris y Habidis, que por cierto se lo regaló a Sara Montiel -no sé con qué intención-, vuelve con hija incluida y todo su equipo de poetas y trileros de la pantalla. 

Ni ya soy tan joven ni tan carpanta, así que esperemos a ver qué pasa. Pero seguro que va a dar que hablar, porque Dragó, además de moverse con destreza entre los insidiosos colmillos de TVGomorra, tiene alma de poeta, y eso sólo significa una cosa...

3 comentarios:

  1. Hola David,

    Gracias por esto. Espero que lo pasaras bien el otro día, que hay que tener mucho aguante para tragarse la grabación de un programa de televisión.

    Por cierto ¿Quién era ese vecino que robaba los libros?
    Yo vivo en ese edificio también, aunque en otro piso.

    Lo pregunto por curiosidad, me ha hecho gracia. No sabes la cantidad de libros que llegan, y el espacio que ocupan...

    un saludo

    Aixa

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  2. era el 2001, hace años que no voy por allí, sé que vivía de alquiler, así que no probablemente hago años que no sustraiga ninguno, además creo que no era un gran lector. Un saludo grande, Maestro
    P.D espero algún día poder trabajar en su programa

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  3. Sorpresas te da la vida...
    Acariciaste los gatos?
    Un abrazo, siempre.
    Y si bajas no dejes de llamarme, monstruo! Alguna cervecita rememorante caerá, no?

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