domingo, 16 de octubre de 2011

Liricotecas












No sé de dónde viene este sonar de trompetas que me vuelve del revés y deja a mis ojos vagando en órbitas extrañas. Es preciso atar al vino con sogas y no dejar escapar la imaginación por los escaparates. No hay hombre rentable con un vaso en los labios y una gavilla de versos en el bolsillo. Aunque no hay más felicidad que sacar los hueros del tuétano y pasar hambre y algo de frío antes de ver cómo crecen las barbas y surgen anillos en los dedos. Los pétalos son efímeros caprichos, las flores gigantes encadenados.

No sé dónde nace el misterio, ni cómo, ni por qué, ni cuándo. Tampoco por qué plantamos palabras como árboles. Lunas de miel en los orgasmos. Campanillas de risa al fondo a la izquierda, donde se evacuan las nostalgias minerales.

Las preguntas sin respuestas están en las liricotecas, con sus duchas de miedos, sus reencuentros y su desnudez abrasante. En esos no lugares, el mundo no rechista y el licor de las palabras corre en su justa medida, como danzando en las gargantas y enterneciendo viejas cavidades. En las liricotecas, mujeres y hombres van de polución en polución como de flor en flor. Siembran y recogen. Desnudan sus misterios y guerrean con los escozores de la vida, que un día contrajeron, sabe quién por qué razones.



1 comentario:

  1. David. Muy hermoso texto. Algunas metáforas y el tipo de reflexión que haces me recuerda a "El don de la ebriedad": cómo la realidad, a través de los ojos del poeta, se convierte en algo sublime. La sucesión de imágenes es de lo más sugerente.

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