Qué amarilla galopa la risa de la nieve.
Qué fría es la palidez del viento
estremecida entre las sabanas.
De un milagro cruel están bordadas
las mañanas y las resonancias
sostenidas en la hebra de tabaco.
La vida no es un túnel, sino la precipitación
confusa de sueños en la lombriz de la tarde.
Saltos a venda abierta, de piedra en piedra,
mientras abajo espera la boca roja del precipicio.
Vivir entre deshabitados versos y espuma,
sólo es posible si se acristala a conciencia
el silbido intermitente de las atrocidades.
el silbido intermitente de las atrocidades.
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