jueves, 29 de enero de 2015


Me pregunto cómo lo haces. Si a diario alzas la mirada dentro de tu vuelo y achicas los ladridos de perro que huelen a dentellada. Es el cielo un páramo de dioses decapitados, de estrellas aplastadas en el córner del viento, sin la sagaz lentitud de los astros dormidos. 

Me pregunto cómo lo haces. Sacar todo de adentro, a paletadas o con fino bisturí, dejando un rastro de luces roncas. Exprimir piedras y nubes, dejar encinta el alfabeto, discernir el latido de la montaña, el guiño del águila, el susurro del hambre, es tu oficio. 

Me pregunto cómo lo haces. Dejar la libertad sostenida en el follaje. Como tercas flechas de música que se abren camino entre los silencios podridos, como arrebatos esculpidos por mordidas voces en la cima del agua, viaja tu voz hacia generaciones aún no nacidas.

Me pregunto cómo lo haces. Ser sol en el chubasco, peine de luna, temblor de musgo araucano. Es tu voz la de un corazón tatuado con tinta de fatigas y sueños sobre la miel donde habita lo amargo. Hacia el espejo del cielo caminas, junto a un relámpago tendido sobre la noche. 

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