Mi amor de lunarios y soles, de cielo y arena que se empedró a mis ojos y a ellos fui encadenado. El tañido es una campana de fuego que nos agita el corazón. Arriba, donde la mirada se hace emblema, vaga el rumor del animal por sacrificar. Sobrevivimos gracias a los juegos de jardín y al vino que se derrama sin contemplaciones. En la arquitectura del deseo está el abrigo que nos hace humanos. La memoria es un holograma, y este sacrificio de besos es una procesión en pugna huyendo en desbandada. Tras un pecio de luz se esconde tu sonrisa, mientras una melodía de violines amarillos incendia la mañana donde nadie se puede quemar.
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