sábado, 4 de julio de 2015

Sacas el teléfono móvil de tu bolsillo. Miras la pantalla de manera automática. Ves lo de siempre , es decir: nada. Piensas que el mundo está loco. No eres consciente, aunque algo intuyes, tu cabeza empieza a ser pasto de lugares comunes. Te guardas el teléfono de nuevo en el bolsillo y miras por la ventana. Te haces un café, sientes una vibración en el bolsillo del pantalón. Metes las mano y sacas del bolsillo el teléfono. La pantalla está vacía, no ha llegado ninguna notificación, ningún wassap. Pero tú has sentido ese calambrillo  que te pone a cien. De nuevo el vacío, la angustia, que no es sino un gusano blando que te trepana. Antes de guardar el móvil, chequeas todas las aplicaciones. Pero todo sigue igual, ruido, mucho ruido en las redes. Lo de siempre. Crees que es hora de salir a la calle. Vuelves a sentir una vibración en el bolsillo. Otra vez sacas el teléfono con una habilidad jamás vista antes en ningún ejemplar de tu especie. Tus ojos miran con indignación la publicidad de una cadena de ropa en la que nunca has comprado. Estas son las incomodidades menores del capitalismo, piensas. Decides bajar a la calle. Te suena la cara de la gente con la que te cruzas. Evitas sus miradas y sacas el teléfono del bolsillo, al menos la pantalla te devuelve tu imagen limpia, pura, cristalina, de la que te quedas enamorado por segundos. Al pasar por un quiosco, tienes la peregrina idea de comprar un periódico. Estás a punto, estás a punto, estás a punto... Suena el teléfono. Ves que en la pantalla sale la cara de una amiga. Selfie con morritos, maquillaje excesivo. No estoy para estupideces, piensas. Subes la cuesta. La vida es una puta cuesta, te dices, mientras tienes el impulso de volver a mirar el teléfono que acabas de guardar en el bolsillo. El quiosco ha quedado atrás, parece una cadáver de otra época. Llegas a la parada de bus. Niños, viejos, niños y viejos como tú esperan que llegue ese trasto que los transporte a otro lugar. Tú no sabes qué es lo que esperas. Acaso esperas algo que no llega y que nunca va a llegar. De repente te ves de nuevo con el teléfono en la mano. Envuelto, otra vez, en un ruido que no sabes de qué manera parar. 

1 comentario:

  1. Buscar en el móvil lo que no va a llegar. El encuentro desesperado con el otro o con uno mismo.

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