Al amanecer, el sol que lee
en braille la memoria de los
hombres me despierta.
Queda atrás el sueño
con el que viajar a otras islas,
adonde no llegan los animales
enfermos cargados de tecnología.
Observo el lenguaje del fuego
en su crepitar en llamas.
Un silbido de madera
entre las ascuas guarda
el secreto y su universo.
La luz talla en mi boca
nuevas formas de nombrarte,
como un arpón de viento
antes de decidirse.
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